miércoles, 1 de septiembre de 2010

III

Nada como vagar por los pasillos desiertos de un motel recién duchada. No parece haber nadie, al menos en esta planta. He cogido una botella de agua de la mesa baja, donde está la comida, tres sándwichs envueltos en plástico. Bajo las escaleras mal iluminadas, tres pisos. Huele a cerrado pero todo parece limpio. La recepción está desierta. Cojo unas revistas y me dirijo a la piscina. El día se ha nublado pero hace buena temperatura. Coloco una de las hamacas frente a la piscina y me siento. Miro a ambos lados. Tanta soledad abruma pero a la vez resulta reconfortante. Me gusta el color de las cosas cuando está nublado, todos los colores saturados. Nunca tengo la cámara cerca cuando la necesito, aunque ahora que lo pienso ni siquiera sé si tengo cámara. Ojeo la primera de las revistas, el papel parece viejo. Miro la fecha de publicación, es de hace cinco años. Miro el resto de las revistas, todas son de la misma fecha. ¿Cómo puede ser que no renueven la prensa? El lugar no parece abandonado. Cierro por un rato los ojos. Cuando lo hago una imagen viene de pronto a mi mente. En ella estoy sentada en lo alto de una tapia, un perro lame mis pies descalzos. Alguien dice: Mira, mira que lejos va a llegar esta vez. Cuando miro veo una especie de proyectil en el aire que va a caer en medio de un gran lago. Abro los ojos y quito el precinto de la botella de agua. Pego un buen sorbo. Será mejor que me refresque y coma algo si no quiero quedarme dormida. Algunas de las imágenes parecen tan reales. Mejor voy a dar un paseo. Bordeo la piscina, la cerca vegetal es tan alta y tupida que no se ve nada al otro lado. Descubro un callejón entre los setos y el edificio principal. Es bastante estrecho. Lo recorro pegada a la pared. Hay nubes de mosquitos por doquier y odio los bichos. El callejón va a dar al parking. Un cartel de neón reza: Blue Clouds.

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