jueves, 9 de septiembre de 2010

V

Las vistas desde aquí son desconcertantes. Mires donde mires no ves absolutamente nada. Te percatas de todo el sentido que encierra. Nada. Si esa palabra nació en algún sitio debe ser, sin duda, éste. Sin embargo la terraza es un vergel. El cielo se ha vuelto morado, violeta. Estoy algo mareada. Me siento en una hamaca dispuesta entre dos columnas extrañas. El vaivén me deja adormilada. Sigo en el mismo lugar pero parece muy distinto, hay gente celebrando. Se oye risas y jaleo. Una chica delgada, con el pelo corto, se acerca a besarme mientras un chaval negro con grandes ojos me sienta en sus rodillas mientras canta algo que no entiendo. Me despierto sobresaltada. El hombre que vi en el parking me zarandea suavemente el brazo. Sin decir nada me señala el cenador. Hay una mesa dispuesta para mí. Me siento pero no dejo de mirar al hombre que se va con las manos a la espalda. Me horroriza esa actitud sumisa, me asquea. Como con la sensación de que todo aquí esta ralentizado. El sólo gesto de llevar el tenedor a la boca es lento, muy lento. Unas telas blancas ondean por el aire suave y tengo una sensación de ahogo, de presión en el pecho. Necesito salir de aquí, irme. Dejo el plato a la mitad. Al bajar las escaleras me tropiezo pero consigo no caerme. Ya dentro, en el pasillo oigo unas voces que vienen de una habitación con la luz encendida. La puerta está abierta. Parece que hay alguien más alojado en el motel. Me acerco. La alfombra en el suelo insonoriza mis pasos. No son otros clientes. Se distingue perfectamente la voz del hombre mayor pidiendo disculpas, diciendo a su interlocutor que entienda, que él tiene que intentarlo, que no puede hacer como si ella no estuviera aquí. Le interrumpe una voz grave, autoritaria: He dicho que cierres esta habitación, no tienes ningún derecho. Me asomo un poco para verles. El hombre del motel esta de frente y de espaldas un tipo rubio muy grande. De repente el rubio se da la vuelta y me ve. Antes de que pueda reaccionar y sin mediar palabra el rubio me coge por el brazo y me arrastra por el pasillo y escaleras abajo a mi habitación.

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